lunes, 1 de enero de 2018

Será que con estos aires de renovación de las fiestas de Año Nuevo que estoy en este estado de felicidad tan extraña en mí. He disfrutado demasiado de todo con lo que podría maravillarme en estas pocas semanas antes de terminar el año. 
He despedido a la gente tóxica, por fin, y por fin he hecho nuevos amigos, nuevas cercanías. Me han hecho realmente feliz. Jamás pensé que todo lo que he tratado de ocultar todos estos años terminarían por agradarle a alguien o a algunos. Siempre me imaginé el rechazo y con eso sólo hubo miedo por un largo, larguísimo tiempo. Ya no.
Con excepción de la intimidatoria cifra en la báscula, pues me he olvidado un tanto con tanta interacción social, todo ha marchado maravillosamente.
Incluso creo que hasta esto me atemoriza un poco, me llena de expectativa a caerme. Todo parece moverse como una montaña rusa, subiendo y cayendo, grito de terror y adrenalina.
Ahora sólo debo retomar mis estudios personales, marcharme de esta ciudad y, por supuesto, tratar de apaciguar la cifra de mi peso. No quiero volver a purgarme, vomitarme o castigarme, así que quiero hacer las cosas de un modo diferente, y bien hechas, sobretodo. 
No creo que extrañe esta ciudad; me he enamorado de los otros aires que he conocido.
Lo único que podría reprocharme de estas semanas es la cantidad de alcohol que he bebido, las mierdas que me he metido. Vaya, pero en parte ha sido bonito compartir eso. 
Soy todo un amor justo ahora y podría besar a cualquiera. Quiero sólo entregar todo lo que pueda para avanzar, querer y, mierda, darlo todo. Quizás sea el humo que se me ha subido, pero me siento radiante, a pesar del peso que cargo, estoy feliz.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario