lunes, 1 de enero de 2018

Será que con estos aires de renovación de las fiestas de Año Nuevo que estoy en este estado de felicidad tan extraña en mí. He disfrutado demasiado de todo con lo que podría maravillarme en estas pocas semanas antes de terminar el año. 
He despedido a la gente tóxica, por fin, y por fin he hecho nuevos amigos, nuevas cercanías. Me han hecho realmente feliz. Jamás pensé que todo lo que he tratado de ocultar todos estos años terminarían por agradarle a alguien o a algunos. Siempre me imaginé el rechazo y con eso sólo hubo miedo por un largo, larguísimo tiempo. Ya no.
Con excepción de la intimidatoria cifra en la báscula, pues me he olvidado un tanto con tanta interacción social, todo ha marchado maravillosamente.
Incluso creo que hasta esto me atemoriza un poco, me llena de expectativa a caerme. Todo parece moverse como una montaña rusa, subiendo y cayendo, grito de terror y adrenalina.
Ahora sólo debo retomar mis estudios personales, marcharme de esta ciudad y, por supuesto, tratar de apaciguar la cifra de mi peso. No quiero volver a purgarme, vomitarme o castigarme, así que quiero hacer las cosas de un modo diferente, y bien hechas, sobretodo. 
No creo que extrañe esta ciudad; me he enamorado de los otros aires que he conocido.
Lo único que podría reprocharme de estas semanas es la cantidad de alcohol que he bebido, las mierdas que me he metido. Vaya, pero en parte ha sido bonito compartir eso. 
Soy todo un amor justo ahora y podría besar a cualquiera. Quiero sólo entregar todo lo que pueda para avanzar, querer y, mierda, darlo todo. Quizás sea el humo que se me ha subido, pero me siento radiante, a pesar del peso que cargo, estoy feliz.
 

viernes, 1 de septiembre de 2017


Es tan fácil como darme un poquito de calor, pero no. Estoy encerrada en el baño con la llave puesta, los pestillos corridos. LLevo bastante al parecer, porque desde aquí oigo como termina el noticiero en la televisión y se me enfrían las piernas. Por un momento, dejo de lado los hipidos y me calmo: ha empezado a llover de nuevo. Escucho los pasos por la casa, pero nadie viene a verificar nada. No planeo algo, pero uno nunca sabe cuando está por huir de otras maneras, digamos, "irreversibles". 

 

miércoles, 30 de agosto de 2017


Condeno toda falta de justicia, toda falta de equidad, tanto en el trato como en el maltrato y por cualquiera sea el dios o los dioses, entidad o entidades divinas que gobiernen este mundo a su antojo, deseo escupirte en la cara, justo encima de tus ojos altaneramente ciegos. Padeces de la ceguera de la arrogancia, de la prepotencia y del orgullo. Escupiría también estas palabras, si tuviera la iluminación correcta en el momento correcto, pero nunca sé determinar cuál es ese momento. ¿Cómo es posible que una mujer, madre de cuatro hijos, no se percate de la maldición e uno de ellos? Trato de convencerme de que es por los tiempos contemporáneos y sus nuevos ideales e ideas. Presiento que tus restricciones son la base de mi protección y muestra de tu afecto, pero así como pienso eso también pienso que es sólo una fachada, que soy probablemente el génesis de un problema y tú buscas su evasión completa. Pregúntale a mis ojeras, a mi grasa acumulada, a mis atiborramientos y a mis excesos. Aún cuando me quiebre delante de usted, simplemente no ocurrirá nada. Ya ha sucedido y al parecer mi llanto no es suficiente, mis marcas no son suficientes. Siempre me he mostrado complaciente, he trabajado para ser tu orgullo y me he transformado en una amalgama de problemas por dentro y alguien aparentemente apática por fuera. Escupiría sobre ti todas mis maldiciones, todas mis plegarias, porque siento y confirmo con el tiempo que no hay nada. Estoy segura de que si desaparezco, llorarías lo justo y necesario para guardar las apariencias de otros que sufrirían más. Para padecer algo que obviamente no estás padeciendo. Me duele tu ignorancia, tu ignorancia hacia mí y tu indiferencia también. Nada te puedo pedir, porque no se me está permitido pedirte nada: tú lo das todo, en una forma material. Soy despreciada por mi madre y mis hermanos. Por mi padre también, que ya no se dirige hacia mí. ¿Es un crimen ser una persona? Quiero llorar y que alguien se de cuenta de que estuve llorando. ¿Por qué se preocupan tanto por la extroversión de la personalidad? ¿Es que acaso los demás problemas no existen, no hay? Siempre he sido profundamente insegura, muy insegura. Es un suplicio cuestionarse a cada tanto si el afecto, sobretodo el de usted, es real o es irreal. Todo me sabe a la más ignominiosa farsa, de la cual todos son actores que quizás motivados por la compasión o el aburrimiento vienen hacia mí. ¿Esto no cuenta como un problema? ¿Será éste el motivo por el cual creo necesitar ayuda? Nadie ha notado nada aún, aunque yo sólo quería expulsarlo de mí. Quería que de repente, en una de esas escenas de purgación en la bañera, entrara mi madre, me abrazara y me consolara. El vómito fluyendo por mis piernas, la sangre saliendo de mi boca. A nadie le importa lo que me sucede, y eso me apena. Me hace preguntarme si de verdad valgo la pena. Tengo la idea de que nadie es especial, yo misma no lo soy, pero si al menos pudiese remover un poco estos cimientos. Quiero sentirme viva, dejar de lado la irrealidad. Quiero sentirme querida. Quiero un sentimiento que me parezca real. O almenos un farsa que me parezca real, más real de lo que podría imaginar para que así pueda calzar en mi cabeza. 

miércoles, 12 de julio de 2017

Desechable.

No soy buena formando relaciones con las personas. No hay amistades, ni pareja, aunque sí pareciese que lo hay. Sólo engaño la mayor parte del tiempo a quiénes me rodean, incluyéndome a mí misma en este engaño tan doloroso como lo es admitir que en realidad estás por tu cuenta, en completa soledad. No es de la soledad que te permite apreciar esa ausencia de sonidos, sino de la que te carcome desde adentro. Esto no es algo reciente, pero me ha tomado tiempo comprender que es un problema, no una cualidad. En parte, se debe a mi fascinación por los personajes dramáticos, densos, desequilibrados y periféricos, aquellos sin la necesidad de nadie, autónomos. Pasé creyendo por años que este era mi modelo a seguir. Me veía y aún me veo a mi yo futuro en una casa, disfrutando de esa soledad, de un trabajo sencillo, pero en todo este sueño nunca se hace o se hizo mención a las relaciones que tengo, por que de lleno no las tengo y es probable que no las tendré. Tengo demasiado miedo, todo el tiempo, no se nota pero está siempre presente, señalandome los riesgos y midiendo las consecuencias. Temo de cada acción, de cada palabra, de cada interpretación mía y de los demás. Tergiverso todo a mi favor, porque si no lo hiciera sentiría que no hay escape. Sin huída, me vería obligada a atarme a ese espectro, a esa persona y eso temo más que cualquier cosa. A que se me vea frágil, quebrantable; a que me conozcan de verdad, a que piensen que soy un fraude; que se desilusionen de mí, que se burlen de mí, que me adjudiquen a un concepto: enfermiza, ignorante, victimista. Con esto no justifico mis acciones, sólo intento expliclarlas un poco.
He jugado por demasiado tiempo a querer. Ni siquiera querer, porque es un intento, vano y obseno, para alcanzar algo que obviamente no está a mi alcance. Me he escudado en estupideces, culpando a mi condición, culpando a mi inseguridad, a mi falta de inteligencia o de criterio para abordar las situaciones, pero no. La culpa es mía por querer intentar querer, por tratar de conseguir algo sin considerar ni el proceso, la mediación o la mantención de aquel estado. He estado solamente jugando y de jugar tanto tiempo he llegado a creer que eran reales todas esas situaciones. Repetí el mismo patrón para autoconvencerme de algo de lo que ni siquiera estaba segura. No puedo querer a alguien de la nada: no hay confianza, sólo pésimas intenciones que parecen ridículas una vez expuestas. Eso explica el cansancio de “tener que”. Tenía que salir, tenía que ir de la mano, tenía que hablar, tenía que escuchar también. Eran partes, no obligaciones, pero partes de un compromiso implícito al que me adherí sin saberlo, sin proponermelo y que no cumplí. Esperaba un compromiso explícito para realizar esa acción, de comprometerme. Esto se repite, lo repito, una y otra vez; cada vez degenera aún más, convirtiéndose en una barrera que me impide progresar y me llena de remordimientos. No me siento orgullosa de ser así, porque esto no es un personaje dramático o romántico; es sólo un personaje con múltiples facetas, un actor practicando un montón de personajes burdos de montones de obras. He generado un desmedro tal que apenas puedo cargarlo. Cargo la culpa de dañar a varias personas que no debía dañar, ni siquiera intentar querer, porque no se lo merecían, tanto como por el dolor como por el cariño. Esas personas no deben ser parte de un juego maquinado para luego ser desechadas por un par de excusas que abogan fatiga y confusión. Esas eran personas que confiaron en mí, pero yo nunca confié en ellas, sólo les hice creer que todo estaría bien con el tiempo aunque dentro ya sabía que destino les depararía. La ilusión se quiebra y con ella el afán de seguir jugando esta vez. Debería alejarme un poco del mundo para contemplarlo desde afuera, como he hecho hoy día, para analizarlo mejor, para progresar de mejor manera, porque lo que hago no considero que merezca perdón. Todos juegan con las personas, pero pocos admiten que lo hacen. No por eso me siento bien de admitirlo. El mismo problema engendró una necesidad constante de cortar con todo, de admitirlo de una vez y sacarlo del sistema. No hay nada mejor que liberarte de esas cargas, pero, ¿a qué precio? ¿Será el costo - el castigo - tan alto que me haga dudar de lo que he hecho? A estas alturas, ya decidí y la acción está ejecutándose: yo, aquí, me sigo preguntando si estará bien que haga esto, si soy en realidad la persona que digo ser o si, tal vez, la mentira ya se volvió parte de la realidad, y es tan real que apenas puedo diferenciar entre ambos límites. Lo real de lo irreal.

sábado, 17 de diciembre de 2016


"Hay momentos en la vida en los que uno tiene la impresión de estar perdiendo el poco tiempo que le queda, de estar echándolo a la basura, pero, curiosamente, no se le ocurre nada mejor, no desea cambiar de vida, no quiere hacer grandes planes de recuperación, no tiene ningún interés en convertirse en una versión mejorada de sí mismo. Sencillamente acepta su inferioridad y se queda quieto, aguantando"


martes, 13 de diciembre de 2016




Querida, ¿cómo hallar consuelo? 
Por más  que miro y busco, relamer las heridas infectadas es la única forma. 
El sabor metálico de la sangre inundando el paladar y el dolor de la punzada no son particularmente una sensación. 
La sensación verdadera está aquí adentro, donde no puedo escarbar, bajo piel. 
Y al igual que los dedos en la garganta exploran a tientas las fauces del lobo para provocar la nausea, el diente se hinca con incertidumbre en el labio para impedir que exhale desde el interior las expresiones evidentemente humanas, desatando ese sabor del cual te mencioné.

Y el metal se suma al ácido, el ácido a la carne y a los dientes carcomidos por el mismo.
No te das cuenta cuando el sueño de escupir tus dientes en realidad no era un sueño: era una profecía.

Una ráfaga de sangre y dientes trizados desde la boca hacia el lavabo. 
De repente, vuelves en sí, tras el trance.
Ojeas en el espejo ese rostro desfigurado y los dientes ya no parecen ser los mismos de antes.

La radio sigue reproduciendo.
La conversación suena distante, acompañada de un tintineo de cristales, un discurso mediocre.

¿Será más positivo vivir encerrada en los sueños rotos que convivir con esta gente?

Será más negativo seguir alabando a dioses más antiguos y regurgitar como aves en nidos, tanto ajenos como propios.
Por lo menos las aves tienen una buena razón. 

- Dhana

jueves, 24 de diciembre de 2015

El día más esperado


Recuerdo que sentía tanta fascinación por que llegará. Por los regalos escondidos, los adornos brillantes, el papel y las cintas, escribir nombres en pequeñas tarjetitas con tanto esmero, tanta dedicación. Eso hacía especial cada regalo, aunque a veces fueran más por deber que por querer. Sin embargo, siento ahora una profunda decepción. Un vacío que no puede ser llenado con un saludo a la mañana siguiente. No soy creyente, ni pretendo serlo, pues veo y siento que en cada uno existe un pequeño dios, el de nosotros mismos, pero tanta indiferencia en estas fiestas me ha dado una tristeza incontenible.
Me ocurre que cuando algo me toca la fibra emocional, miles de cosas más lo hacen al mismo tiempo. El resultado es nefasto y termino enojada o apenada por un montón de cosas que probablemente no tengan solución y parecen más bien una madeja de problemas enrollados al azar.
A estas alturas sigo creyendo que es mejor volver y desempolvar mis recuerdos, tesoros que me quiebran por dentro. El quiebre no hace daño, mientras tenga sus límites.
Siempre es mejor volver atrás.
Quedarse atrás.
Lejos de este lugar y de estas personas.